Enfermedad (en rojo)

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Capítulo de la novela Variaciones, tesis del pregrado de Literatura de la Universidad de los Andes, odiada con razón por su directora Carolina Sanín y salvada con piedad por sus lectores Mario Barrero y Francia Goenaga. Variaciones fue publicada en forma de folletín en el mes de agosto de 2013 en un blog de Tumblr y leída por un corto séquito de amigos. Hoy sólo se consigue en lo más profundo de la Deep Web.  

El inicio fue un aura, un punto minúsculo de luz incandescente, casi imperceptible, un marranito enrollado de electricidad. Recuerdo estar viendo hacia el tablero en una aburrida clase de Química. Me percaté del punto y no pude sino mover la cabeza a ver si el punto se movía conmigo o se quedaba donde yo lo había visto.  El punto siguió el movimiento de mis ojos por entre la ce del carbono y la o del oxígeno y por los subnúmeros atómicos y resultados que no lograba comprender. Con los minutos el punto de luz creció y las ecuaciones ya no fueron legibles y la electricidad que manaba de él me incitaba a vomitar, allí en el salón de clases entre los compañeros que recitaban mecánicamente los resultados de ecuaciones que, estaba seguro, no entendían como así mismo yo no las entendía. Temí lo peor, ¿me estaba quedando ciego? Y los minutos pasaron y yo cerraba los ojos por momentos y dejaba de poner atención a Patricia, la profesora crespa y de culo redondo como las os del oxígeno, y de repente, la luz, que había crecido al punto de tomarse todo el ojo izquierdo, se detuvo y se fue el malestar y las náuseas y fui paz.

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La España de Javier Cercas

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Javier Cercas nació en Cáceres, en Extremadura, en 1962. A los cuatro años se mudó con sus padres a Girona, ciudad catalana que por entonces recibía a cientos de españoles pobres del sur y suroccidente del país. Creció en un barrio de clase media, sin excesos y lujos, pero siendo consciente de que más allá del río Ter se extendían metros y metros de barracas con pobres casi en la indigencia. En Girona pasó su adolescencia. Allí comenzó a leer los libros que tenía a la mano: Ortega, Cervantes, Dostoyevski. Con San Manuel Bueno, mártir de Unamuno se alejó de la religión y comenzó a pensar en la posibilidad de escribir. Ser escritor, ser una figura mítica como Oscar Wilde, glamuroso y exitoso con las mujeres. Mientras salía con sus amigos, mientras hablaba de chicas, de libros y se drogaba, conoció la obra de Borges. Borges le dio la conciencia del lenguaje, de que la literatura es lenguaje, y lo abrumó. ¿Cómo escribir después de él? Así que leyó y leyó y escribió poco mientras encontraba el camino, la forma para irse volviendo escritor. Entró a la Facultad de Filología sabiendo que allí no aprendería a escribir, pero que sí conocería su propia tradición. A la par leía ávidamente literatura estadounidense, francesa, italiana y latinoamericana. El orgullo que le permitía blandir a Borges como un escudo le impedía aceptar la literatura contemporánea de su país. Quería ser un escritor estadounidense, no un español más y con esa idea se fue a dar clases a la Universidad de Illinois, en pleno medio oeste norteamericano. Lejos de la mítica Nueva York y rodeado de campos de maíz, de casas de madera y con una universidad cuya biblioteca tenía cerca de nueve millones de ejemplares. Allí descubrió que no le quedaban sino sus raíces, ser un escritor español. Volvió a España y comenzó a escribir mientras daba clases de literatura en la Universidad de Girona. Perteneció a la generación de Roberto Bolaño, de quien fue amigo íntimo, pero fue incluso más desconocido que él en los agitados años noventa.

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